Para, piensa

Sí.

Sí podemos colaborar para paliar el dolor de las personas que se ven obligadas a migrar.

Aunque escuchemos en algunos medios de comunicación noticias alarmantes tratadas de manera morbosa.

Aunque escuchemos mensajes desasosegantes que inducen al odio.

Mensajes que van acumulando un poso xenófobo en parte de la opinión pública sobre personas que antes no eran xenófobas.

Mensajes que se dirigen a las vísceras y no a la razón, y que en tiempos de crisis y pandemia hacen mella, permean en muchas personas.

Mensajes que crean un clima de miedo a la pobreza, de aporofobia, de miedo a que nos quiten, en algunos casos, lo poco que tenemos y, en otros, el privilegio de vivir de forma acomodada.

No hagamos caso de ello, informémonos por distintos medios.

Paremos, repensemos y analizemos:

¿Por qué huyen esas personas? ¿Hemos huido también en el pasado? ¿Qué prejuicios y estereotipos pesaron sobre nuestros antepasados cuando huyeron? ¿Cómo simplificaban esos estereotipos su humanidad y su complejidad? ¿Cómo eso les hizo sufrir?

La complejidad de los motivos por los que las personas se ven obligadas huir de sus países o ven en el proyecto migratorio casi la única salida posible a su situación es enorme:

  • Hay personas que huyen de una pobreza que tiene su raíz en desequilibrios comerciales gravísimos entre los países. Desequilibrios cuyo origen, en muchos casos, se encuentra en el colonialismo e incluso la esclavitud.
¿Qué harías si fueras pescador y tu gobierno hubiera firmado un acuerdo de pesca que permitiera a grandes pesqueros de empresas multinacionales extranjeras esquilmar el mar que era el medio de subsistencia básico de la gente del lugar en el que vives?
  • Hay personas que huyen de guerras con motivos complejos pero que, en muchos casos, tienen a la miseria como denominador común.
¿Qué harías si temieras por tu vida y la vida de tu familia? ¿Si tu ciudad o tu pueblo estuvieran amenazadas?
  • Hay personas que huyen de países que llevan décadas sin estabilidad política, algo de lo que se benefician los intereses económicos que necesitan, para crecer, un clima de falta de control fiscal de los beneficios.
¿Qué harías si vieras fluir un dinero basado en la explotación de recursos naturales de tu país pero del que tu comunidad no extrajera ningún beneficio? ¿Qué harías si supieras que los motivos de esa injusticia son tan poderosos y tienen raíces tan sólidas que acabar con ellas es, a medio plazo, casi impensable?
  • Hay personas que huyen de persecuciones religiosas, políticas, ideológicas o de género. Porque el fundamentalismo y la cerrazón van de la mano de la miseria.
¿Qué harías si sintieras la amenaza?
  • Hay personas que huyen de lugares que se están viendo afectados de manera grave por el cambio climático.
¿Qué harías si tu pueblo hubiera desaparecido debido a la subida del nivel del mar?
  • Hay personas que simplemente huyen porque no ven posible un proyecto de futuro digno en su lugar de origen.
¿Qué harías si te dieras cuenta de que en tu país la falta de un estado de bienestar, unas infraestructuras y unos servicios públicos sanitarios y educativos básicos hipotecan el futuro de tus hijos?

 Ante esto, la pregunta es triple:

¿Hemos estado y estaremos siempre en el lado favorecido de la balanza?

¿Nos hemos preguntado alguna vez en qué tipo de desequilibrios se fundamenta nuestro bienestar?

Y, lo más importante:

¿Qué haríamos si estuviéramos en el lugar de estas personas?

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